Muchas terapias contra el cáncer funcionan induciendo mutaciones genéticas, que pueden dañar las células de manera tan grave que finalmente no prosperan o son eliminadas por los procesos naturales del cuerpo. Desafortunadamente, el cáncer surge como consecuencia de una mutación genética, por lo que muchos medicamentos contra el cáncer conllevan el riesgo de inducir un cáncer secundario. Por esta razón, es importante sopesar de manera efectiva los pros y los contras del tratamiento para cada caso específico de cáncer. Un estudio reciente del Centro Oncológico Memorial Sloan-Kettering de Nueva York revela que los médicos recetan cada vez más yodo radiactivo a pacientes con cáncer de tiroides de bajo riesgo en estadio temprano. De hecho, el número de tratamientos con yodo radiactivo para estos pacientes ha aumentado del 3% al 38% desde 1973.
El yodo radiactivo es dañino para muchos tejidos, que incluyen el tejido tiroideo, y en casos de enfermedad avanzada, este tratamiento ha demostrado ser eficaz. Sin embargo, no ha habido evidencia de que este tratamiento dé como resultado un mejor resultado para los pacientes de bajo riesgo en etapa temprana. Mientras tanto, el estudio informó que por cada 10,000 pacientes, el yodo radiactivo era responsable de 14 casos adicionales de cáncer secundario.
Estos hallazgos sugieren que, si bien es importante minimizar el riesgo de recaída, los médicos deben sopesar los resultados de sus enfoques, ya que la terapia contra el cáncer es un acto complicado de equilibrar los efectos buenos y malos de la terapia contra el cáncer.